Vistas de página en total

martes, 3 de junio de 2014

Un día cualquiera

Puede ser que me encontrarse sentada en la arena, con un frío que entumecía todo mi cuerpo lentamente, donde mis pies lograban sentir el calor de una tierra en calma tras el agitado momento que esa inmensidad había dejado sobre ella, agua que iba y venía, que dejaba su estela dentro de aquellos miserables granos de arena que vivían a la espera de repetir ese recuerdo, recuerdo que anhelaban porque fuera eterno.

Mi voz en cambio, en silencio gritaba fuerte al horizonte donde tal vez desde allí tú pudieras oírme, donde aquel azulado amalgama terminaba por perderse. No me preguntes cómo llegué aquí, tampoco yo lo sé. Tampoco es hora de sentenciar el momento, déjame elegir hoy el destino de nuestros pasos, diferentes y separados que se unirán en estas líneas, como la arena de esta playa se une con su piélago amado, cómo un recuerdo que se hace verdad.

Acompáñame, venga… levántate de tu escondite y ven a buscarme, desde aquí no logro devolverte mi mirada suplicante. Estoy harta de imaginarte en las nubes algodonadas que traviesas forman tu silueta en el cielo, un cuerpo sin rostro, tu rostro, que sin conocerlo, deseo. Hoy quiero dejar de soñar con tu voz cálida que me suspira cada noche, dejar de ser una sombra que vaguea por ventura en esta playa solitaria. 

La brisa me llama desde la orilla, seduce mis piernas que comienzan a elevar mi cuerpo. Pero tú, en cambio, permaneces inmóvil. Logro atisbar tus ligeros movimientos, brazos que se balancean buscando un motivo, aquellos que imagino bordeando mis hombros afanosos de tu piel; manos que recorres por tu pelo lisonjeando mis entrañas, esas mismas que histéricas se remueven al sentir tu cabello rozando mi nariz achatada. Resoplas con desaliento, ¿qué le puede preocupar a una talla inerte ajena de sentimientos? El viento embustero trae tus suspiros hasta mis oídos, ese atronador ruido que anuncia una marea de sentimientos. El agua llegará sobre mis pies y se reencontrará con la arena aun húmeda que espera su llegada, en cambio tú sigues inerte, solo, sin percatarte de mi espera agonizante.

Mis pequeños pasos me acercan hasta la orilla, pies acompasados con las pequeñas gotas autárquicas que nacen del cielo abrumado. Una, dos, tres… gotas que siento como golpes pesados, notándolas sobre mi pelo, otras desplomándose irritadas sobre la arena, gotas que crean un murmullo constante que ciega mis oídos desdichados que dejan de imaginar las palabras que no dices. El goteo perseverante seduce a la arena con esmero, moja su cuerpo, burla su deseo. Una, dos, tres… dejad de recordarme la soledad de mi abatimiento.

Malditas, no lograréis mojar mis sueños, no humedeceréis mis adentros, lluvia leve que moldeas despacio mis pies con la arena, formando un cuerpo indisoluble, dos cuerpos desesperados que se unen, suspirando por lo que no llega, ni tú ni la marea.

Pero mis pies continúan el camino hacia la orilla junto a esta tormenta silenciosa que intenta acallar mi anhelo, que dibuja sobre mis brazos retazos de mis sueños. Orvallo latente que llenas mi ilusión como un vaso agrietado, gotas que como espejos sobre mis dedos, parecen mirarme con ánimo de aliento, pícaras gotas que ahora besáis mis besos, tocáis mis manos como fantasía de lo que podrían ser tus dedos, lográndome cubrir en lo que deseo como tu abrazo eterno.

¿Por qué no te dejas llevar por las gotas perseverantes de esta bonita tormenta que han salido a buscarnos, que han escapado de las nubes para unirnos en leves caricias como la lluvia suave de este mágico momento? Te llevaría conmigo solo si tú te dejarás llevar… tal vez nunca te he visto tan lejos pero nunca te sentí tan dentro. No logró sostenerme sobre mis pies, cuerpo que quiere moverme hacia ninguna parte, busca a alguien que sea como nadie…

Sin embargo, las vastas huellas marcan mi pista, la que te dejo con ayuda de las gotas que escoltan mi camino, porque aunque seré yo quien te vaya a buscar, te dejaré este surco pintado sobre la orilla para que nunca puedas perderte. Sí, no te hagas el impávido, voy a buscarte desprendida de mis miedos absurdos, con ánimo de despertar a esa estatua que vislumbro en el horizonte, un horizonte cada vez más cubierto de nubes que forman un dosel gigantesco. A lo lejos, no más lejos que tú, las gotas parecen ser los confetis que celebran mi decisión, que cae entusiasmadas sobre el mar, formando aplausos que logran hacer vibrar hasta los pasos de este reencuentro. 

Valiente e insensata, no se quién soy, pero tampoco quién eres, solo sé que no quiero estar un minuto más parada esperando, tampoco  un solo segundo sin ir a tu encuentro,… Lluvia, arena, mar, nubes,… moldead mi destino, formad la historia de dos animales que andaban a jugar a encontrarse.

Un frío repentino recorre mi cuerpo hasta erizar todo el bello de mi cuerpo, momento que mi estúpido ingenio lo convierte en fantasías de tus manos sobre mi cuerpo, deteniendo mi trayecto… Engreída soñadora, sigue caminando mientras caes al vacío sin tener nada que perder. Sigue caminando, da un paso más, el ritmo marcado de la lluvia te ampara. Sigue caminando, no mires atrás, la soledad te sigue de cerca, apuntando tu nuca con su cruel fatalidad. Sigue caminado, es momento de echar a correr sin saber dónde poder llegar con unos pies que sacuden con vehemencia la orilla del mar, que junto a esta llovizna consiguen que la espuma manche mis dedos, sintiéndola como pequeñas caricias. Sigue caminando. Sigo buscándote.
Este sueño se alarga como la distancia que nos separa, se oscurece aun más el momento, el sol escondido entre las nubes ha desaparecido, la noche empieza a llegar a esta playa sin estrellas, solo con lluvia fina. ¿Por qué no te das la vuelta y coges mi mano? Quiero invitarte a bailar sobre este manto de algodones impregnados de gotas imperfectas, quiero besarte bajo este decorado mágico que la naturaleza nos ha preparado con esmero. Lluvia débil que remueves mis sentidos, que rozas mi rostro con delicadeza, que calmas mi tristeza. Levántate y baila conmigo, sigue mis pies sincronizados con la brisa, ¿no es una locura danzar en el silencio de la noche, entre la lluvia continua, entre la arena que cómplice nos ayuda a perder el miedo? Nadie conseguirá detenernos, nada separa nuestros cuerpos ahora ya entrelazados, juntos compartiendo un frío que se vuelve ardiente al aproximar mi boca a tu boca. Pasemos a dar forma a este sueño, dejando que las gotas mojen cada instante, cada gota que te cambio por un beso, cada una por un secreto, todas sobre nuestros cuerpos, que ahora ya danzan sin temor, que han perdido la noción del tiempo. Miradas que se detienen, que se funden como aquellas nubes grises que tenemos sobre nosotros, ellas forman un cielo, nosotros un mundo. Alarguemos este baile sin música, permanezcamos aquí sin pensar en nada más, dos chicos inquietos que ya no buscan excusas, que solo disfrutan del momento que no existe, instante que se desvanecerá y se irá para siempre junto a la tormenta. 

Ya no te volveré a ver más, todo se terminará tras esta lluvia de momentos, cubrámonos de una lluvia débil, esta lluvia que tanto me gusta sentir a tu lado, una lluvia de besos que convierte dos cuerpos en un solo elemento. Solo hay que bailar un poco más, solo acércate, acércate más… solo bésame. ¿No lo oyes? ¿Acaso no escuchas la sinfonía de nuestras respiraciones nerviosas y entrecortadas? ¿Acaso no escuchas las hechiceras gotas caer celebrando nuestro encuentro?

Tú, en cambio te sueltas de mi mano. Tú, sin embargo, nunca llegaste a cogérmela. Nunca llegaste hasta esta pista de baile. Sigues inmóvil. Mientras yo creo un mundo de sueños, te veo como comienzas a mirar al cielo, sonríes a la lluvia que suavemente moja tu pelo agitado, ignoras que te observo. Las olas enojadas te han anunciado mi presencia, pero tú sigues siendo un cuerpo inerte. 

Miro hacia atrás, con miedo pero con esperanza de verte correr hacia mi, pero solo mis pasos son los que siguen mi camino, en esta orilla interminable donde dejo este surco lleno de pasión, lleno de dolor. ¿Sabrás reconocer mis pasos marcados sobre la arena? Tal vez un día quieras bailar bajo la lluvia suave, solo sigue ese surco… la espuma de las olas, las gotas de la playa, la arena melancólica, harán que me encuentres.

Yo prometo no parar de caminar, te seguiré buscando, esperando a que te des la vuelta y tu mirada salga corriendo hacia la mía, ese hipotético día en el que este sueño no sea nunca más un engaño. Ese día en el que tu debilidad se entregue en una sonrisa eterna, donde la mirada que no has visto comience a ser una droga infinita. Ojos que no quieren ver, no saben leer aún. Oídos que no escuchan mis gritos de desesperación, que aún no puede oír el mundo que creé con la lluvia para ti… Solo cuando llegue ese momento… solo entonces… escucharás junto a mí la lluvia débil, escucharás los mensajes que te lancé con gotas, momento que desearemos que no cese nunca, tan solo suplicaremos que nos funda para siempre, que comienza la marea impetuosa de nuestros sentimientos. Ese día seguiré buscándote, ese día seguiré esperándote para invitarte a bailar.


Tal vez un día...

Un día cualquiera…

Un día de esos que hay lluvia débil...


Un día de esos que tanto te gustan.